La inversión pasiva ¿es para todos?

Los defensores acérrimos de la gestión pasiva nos argumentarán que decantarse por un fondo pasivo es la decisión más racional, ya que es donde tenemos más probabilidades de ganar: sólamente si tenemos en cuenta los costes de gestión activa (suelen rondar el 1%-1.5%), ya tenemos mejor rendimiento ex ante.

Por contra, los partidarios de la gestión activa nos alertan de que una cartera indexada puede tener demasiado peso en algunos valores "de moda" del momento. Y, pese a que la palabra "demasiado" no tiene el mismo significado para todo el mundo, no les falta razón:

 

En el gráfico podemos ver como las 7 primeras posiciones del índice Nasdaq 100 significan el 47% de la cartera. Como resultado, tendremos una cartera un tanto binaria, donde el 50% de la cartera no está muy diversificada, pero el otro 50%, sí.

Al final del día, si compramos un fondo de gestión activa, estamos pagando de más para sacarle ventaja a nuestro benchmark. Imaginemos un mundo donde el 30% de los gestores baten al benchmark: en este caso, estaríamos comprando un 30% de probabilidad de batir al benchmark con un coste del 1.5% anual.

La inversión pasiva es una estrategia de momentum

Inevitablemente, si compramos un fondo pasivo estaremos comprando las empresas que mejor lo han hecho (tienen mayor capitalización), por encima de las más pequeñas o menos valoradas, por lo que estaremos dando mayor peso a las empresas que han tenido una tendencia positiva reciente aunque se hayan encarecido.

Lo que está claro es que, si confiamos mayoritariamente en las grandes empresas que copan los primeros puestos de los índices, no tendría mucho sentido comprar un fondo de gestión activa.

La importancia de estar bien asesorado

El contacto directo con un asesor financiero permitirá al inversor estar más informado de sus inversiones, conocer las fuentes de riesgo de su cartera y adaptar mejor sus inversiones con su perfil de riesgo. De lo contrario, si optamos por una cartera no asesorada y pasiva, estaremos a merced de los, muchas veces crueles, mercados financieros.

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