Las SPACs - Special Purpose Acquisition Companies por sus siglas en inglés - se han convertido en un vehículo muy popular para que los inversores accedan a empresas privadas a través de una oferta pública inicial. El objetivo de estas entidades es ofrecer un canal alternativo a las empresas privadas para la captación de capital como paso previo a la cotización pública.
A pesar de la pandemia, el número de OPVs en 2020 ha doblado el de 2019 con 494 en todo el año. Teniendo en cuenta que, en promedio, las acciones de las compañías que salieron a bolsa vieron incrementar su valor en 88% el primer día de cotización, podemos entender el fenómeno de los SPAC como una euforia por entrar en el mercado del private equity, donde prevalecen valoraciones poco transparentes y donde gran parte de los márgenes son tomados por grandes bancos de inversión.Pero como todo lo que brilla no es oro, el inversor interesado en acceder a este tipo de vehículos debe tener en cuenta ciertos factores asociados. El costo de entrar en un SPAC se aproxima al 30% según varios analistas, por lo que si las compañías adquiridas por las SPACs no sufren una apreciación de por lo menos un 42%, el inversor va a estar perdiendo capital (al menos hasta superar ese umbral).
Por otro lado, las compañías apuntadas en general están en una etapa muy inicial de su negocio, por lo que se esta adquiriendo una participación de una empresa que pierde dinero y cuyo futuro es absolutamente incierto. A pesar de esto, el monto recaudado por las SPACs durante el año 2020 se acercó a los 100 mil millones de dólares, por lo que el auge de estos instrumentos parece haber llegado para quedarse.