Hace años que la economía japonesa experimenta crecimientos muy pequeños, y la reciente subida de impuestos no ayudará a revertirlo.
Si a esta subida de impuestos le sumamos los efectos a corto plazo del coronavirus, el estancamiento de los beneficios empresariales, la guerra comercial y el envejecimiento poblacional, tenemos el cóctel perfecto para pensar que la economía nipona no está en su mejor momento.
El aumento de los impuestos indirectos, ha hecho que se registrara un decrecimiento anualizado del PIB de más del 7% en el 4Q 2019. Debido a la subida de impuestos, la parte del consumo es la que más decrece.
Por otro lado, China es el principal socio comercial de Japón. Esto no es necesariamente malo, pero hace de Japón muy dependiente a nivel comercial, lo cual nos lleva a pensar que si China estornuda, Japón se resfría.
A este último factor, le sumamos los efectos del coronavirus, que tendrá consecuencias negativas en Japón, donde más de un tercio de los turistas provienen de China. El impacto que los turistas chinos tienen en el PIB de Japón hoy en día es cercano al 2.5%.
Por si fuera poco, en el largo plazo hay que sumarle el problema demográfico, lo cual supone problema más difícil de afrontar para los gobernantes. Se calcula que la población japonesa se reducirá un 25% en 40 años.
En un paper del FMI titulado "Efectos macroeconómicos de la demografía de Japón: ¿Pueden las reformas estructurales revertirlos?" se llega a la conclusión de que, si no hacen reformas estructurales, el PIB real de Japón también decreceria en un 25%.
Una productividad estancada, perspectivas de inflación, y un incremento del gasto del gobierno relacionado con una población envejecida, son las principales variables que hacen llegar a esta terrible cifra.
Por último, los beneficios empresariales están estancados desde 2018. Menos población equivale a menos consumidores, menos ingresos y menos beneficios.
Son varias las medidas posibles que pueden hacer que Japón revierta la situación, en el informe del FMI hay algunas de ellas, como reformar el mercado de trabajo reduciendo los contratos temporales y reducir la regulación del mercado interno para mejorar la productividad de las PIME. De todas formas, éstas no son faciles de llevar a cabo y requerirán un esfuerzo de toda la población.
